París brilla con una luz diferente. Para conocer los sitios que la hacen famosa -como el Moulin Rouge, el barrio de Montmartre o la catedral de Notre Dame- sólo necesitas un par de días; pero empaparte de su gente y su estilo de vida requiere un poco más de tiempo. Para los que quieren respirar el aire bohemio de los pintores acudir a una de las fiestas que organizan los artistas en los áticos parisinos puede convertirse en una experiencia que le de mil vueltas a pasear por Montmartre; y para los que sueñan con sentirse como el protagonista de una de las múltiples películas rodadas en París, cenar en el restaurante Jules Verne, situado en el segundo piso de la Torre Eiffel, puede convertirse en un sueño echo realidad.
La noche de París y la iluminación de la Torre Eiffel hacen que la experiencia en el Jules Verne sea aún más especial. Bajo la luz de la luna, el monumento parece transformarse en una enorme construcción de oro que brilla por toda la ciudad. El acceso al restaurante lo encontramos en una de las bases del famoso monumento, allí debemos coger el ascensor acompañados de uno de los camareros para llegar al segundo piso de la Torre, donde se ubica el comedor. Se encuentra a 125 metros de altura y cuenta con una decoración sobria en perfecta armonía con las estructuras metálicas del monumento. Tras cruzar la puerta del ascensor sientes que la exclusividad y la elegancia del ambiente parisino te envuelve para vivir una experiencia incomparable; un pequeño comedor poco iluminado cede todo el protagonismo al exterior gracias a unos enormes ventanales en los que puedes ver París a tus pies. Sentado en una de las mesas del Jules Verne puedes observar los detalles de las estructuras de la Torre y todo lo que sucede en el Campo de Marte: la euforia de la gente que pasea por los alrededores del monumento cuando la Torre juega con la iluminación y lo que sucede a lo lejos, en los edificios del otro lado de París.
El Jules Verne se sitúa en un enclave único, pero su servicio y sus atenciones ponen la guinda al pastel para que la experiencia sea única. Todo lo que imaginas que ocurre en los restaurantes más selectos es lo que puedes encontrar en este rincón gastronómico de París. Los camareros te conducen a la mesa y se encargan de crear la atmósfera perfecta para que el recuerdo sea inolvidable. Además, el equipo del Jules Verne cuenta con una estrella Michelin y uno de los chefs más prestigiosos de Francia: Pascal Féraud. Si quieres probar las delicias preparadas por Féraud, quizá una de las mejores opciones será que te decantes por el menú de degustación que pone a tu disposición muchísimos platos diferentes. Se trata de platos pequeños con una presentación estrictamente cuidada y propios de la cocina más moderna, una opción muy adecuada para los paladares más exigentes. Aunque, personalmente puedo deciros que lo que verdaderamente disfruté de mi experiencia en el restaurante fueron los postres, y es que su exquisita tarta de chocolate merece visitar este mítico rincón de París.
Champán francés, buen vino, un marco incomparable y conversaciones en la mesa de al lado sobre posibles innovaciones que van a cambiar el mundo -dignas de las personalidades más influyentes-; así es una noche en el Jules Verne de París, comparable a subirte a una nube durante unas horas. Y en cuanto al precio, os podéis imaginar que un capricho como este, seguramente, sólo te lo puedes permitir una vez en la vida (y reservando con unos tres meses de antelación).
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