VIDA

Las ardillas de Central Park están tristes los lunes

Elena González | Jueves 16 de octubre de 2014

Y con este llamativo título, la última novela de la trilogía de Katherine Pancol se ha colado entre los libros más vendidos en las librerías españolas.



El éxito de sus dos obras anteriores “Los ojos amarillos de los cocodrilos” y “El vals lento de las tortugas” auguraban una gran acogida para el último miembro de esta familia estelar, y es que con más de 300.000 ejemplares vendidos en la última entrega, el desenlace de la trilogía se avecinaba como todo un reto.

“Las ardillas de central Park están tristes los lunes” nos relata el último pasaje de la vida de Joséphine, una joven que respira, que vive de los detalles y que pretende hacer ver al mundo que es algo necesario, detenerte en tu camino, pensar en lo que estás haciendo y vivir una vida que sea tuya.

La protagonista nos plantea cual es nuestro diamante, nuestro tesoro escondido en la vida que en cualquier momento se nos puede presentar delante de nuestros ojos, por eso su empeño en los detalles: Una palabra o una sonrisa, por ejemplo.

En el caso de Joséphine, intenta preguntarse cual será su diamante: no sabe si se trata de que su editor al final la permita escribir su nueva novela, que las llamadas a su querido Philippe sean por fin contestadas o que la amistad con su amiga Shirley no quede en algo efímero y pasajero.

La historia se desarrolla principalmente entre estos tres personajes: Joséphine, Philippe y Shirley, aunque también contaremos con las peripecias de Hortense, Gary, Zoé o Alexandre en una búsqueda de su propio diamante, un viaje por su destino que cambiará sus vidas para siempre dejándose llevar por la corriente.

Este último libro ha cautivado a la mayoría de sus lectores al ver cumplidas sus expectativas ante un buen final sin ser predecible, así que la francesa escritora, aunque en realidad nació en Casablanca, ha abrazado el éxito con estas tres últimas obras, a cual más esperada.

La última entrega es de lectura sencilla, rápida, de las que las palabras se hilan solas y que transmite un pasmoso sentimiento de optimismo, porque los domingos no tienen por qué ser tristes, ni los lunes tampoco.


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